domingo, 22 de febrero de 2009

Fuera de juego

Ya sé que va a parecer extraño después de haber pasado por las operaciones, la quimioterapia y la radioterapia, pero un simple y vulgar resfriado me ha dejado fuera de juego.

El domingo pasado fui al teatro al audiotórium de Sa Màniga y pasé tantísimo frío (no sé si no habían puesto la calefacción para ahorrar en tiempos de crisis o si alguien se equivocó de botón y le dio al del aire congelado) que ya salí de allí medio mala. El lunes el trancazo ya era considerable y, aprovechando que tenía que visitar al médico para que me diera la baja, hice que me mirara y le pregunté por mis defensas. La verdad es que no me aclaró mucho: me dijo que a estas alturas ya las tengo que haber recuperado. Respecto al tratamiento para el catarro ya se sabe que, con medicación o sin ella, son siete días para recuperarse. El doctor me mandó paracetamol y beber mucha agua. El problema es que, una semana después, no he mejorado nada. Ahora no sólo estoy congestionada: me duele la garganta y tengo un dolor de cabeza que, literalmente, hace que no vea. De hecho, he tenido que volver a las gafas, porque con las lentillas me sentía como Rompetechos.

Si estoy así ahora no me quiero ni imaginar lo que me hubiera pasado de haber cogido otro resfriado o la gripe durante la quimioterapia. No me extraña que me insistieran en evitar cualquier tipo de contagio. Sé que poco a poco me iré encontrando mejor cada día, aunque a veces tengo la impresión de que todo va tan lento que me desespero. La paciencia, definitivamente, no es mi virtud.

Hablando de paciencia, qué lento me parece que me crece el pelo de la cabeza. El otro día me vi fugazmente sin la prótesis capilar. Qué poco me gusté con el cabello tan corto. Además, me está saliendo rizado, más oscuro de lo que recordaba tenerlo, y con canas. Tengo que ir pensando en cómo voy a hacer la transición de la melena larga al pelo tipo garçon. Será igualito que cuando hice la primera comunión: un domingo llevaba una melena a media espalda, y al día siguiente me confundieron con un niño. Creo que el trauma no me lo va a quitar nadie. Estoy segura de que los que me aprecian me dirán que estoy estupenda, pero mentirán como bellacos. Yo se lo perdonaré y hasta se lo agradeceré. Parafraseando la cita peliculera, "decidme que estoy guapa, aunque sea mentira".

El resfriado no me va a impedir celebrar el fin del tratamiento my way. La próxima entrada que escriba será desde la ciudad que nunca duerme.

viernes, 13 de febrero de 2009

Fin de la radioterapia

No sé si se puede comparar lo que conlleva un cáncer con una vuelta ciclista de esas por etapas. Si es así, yo ya he superado una más: la de la radioterapia. No ha sido como subir al Tourmalet (eso se lo dejo a la quimioterapia); más bien, lo que he vivido últimamente ha sido como una de esas etapas rompepiernas: parece que no es nada, porque no hay cumbres que escalar ni elementos atmosféricos adversos que batir, pero al final estás tan agotado de subir y bajar pequeños repechos como si hubieras vivido una de las etapas reina de la carrera. Cuanto más pienso en el símil, más me gusta. ¡Si hasta he corrido dopada muchas veces!

Por concretar, ayer me pusieron la última sesión de radioterapia, la número treinta y dos. En el tratamiento estándar de casos como el mío, sólo son necesarias treinta. Como yo viví los problemas con la máquina al principio, me han tocado dos de regalo, para que no se diga que me privo de algo. De estas, veintisiete han sido en todo el pecho afectado; las últimas cinco, eran electrones (¡espero no equivocarme y que no sean protones! A veces ser de letras es un inconveniente) dirigidos sólo a la cicatriz, para asegurar.

El resultado de tanta sesión seguida es que tengo una mama frita, igualita que cuando fui a Formentera siendo jovencita e inconsciente y me cogí una insolación de aúpa. Lo único que me faltan son las ampollas que me salieron entonces. Es, además, una quemadura con los bordes perfectamente delimitados, bien rectos, señal de que la radiación no sale volando de forma difusa, sino que se concentra donde debe hacerlo.

Aparte de la quemadura, lo que tengo es un cansancio considerable, que ha ido en aumento cada día. Antes, yo pensaba que la gente exageraba, y que los que me decían que la radioterapia te dejaba agotado era porque no habían pasado por la quimio. Me disculpo ante todos ellos: la quimio mata, pero la radio muele. Y no sé si por ella o por el Tamoxifeno que me tengo que tomar, me duelen todos los huesos del cuerpo -con el mismo tipo de dolor que cuando estás incubando la gripe-, se me agarrotan algunos músculos y mi forma física general es deplorable.

En cambio, mi estado anímico va remontando. Ayer llevé cava y pasteles para celebrar que voy cumpliendo objetivos y para agradecer a M. y G., los enfermeros con los que he tratado habitualmente, lo amables, cariñosos y pacientes que han sido conmigo. Curiosamente, una chica con la que solía coincidir en la clínica, y que termina hoy el tratamiento, estaba llorosa, temiendo lo que iba a venir después. Yo, sin embargo, estaba eufórica. Lo que va a venir después no va a ser tan traumático como lo que ya he pasado y, esta vez sí, voy a confiar en los que me han dicho que, poco a poco, uno se va recuperando del cansancio y va volviendo a la actividad normal.

Ahora tengo que ir a ver al doctor V. -el radioterapeuta- dentro de dos semanas. Él me hará un informe, con el que tendré que ir a ver a la doctora G. -la oncóloga-, quien me mandará unas pruebas que después tendré que llevar a El Hombre Que Nunca Sonríe. Estoy convencida de que todo saldrá bien, así que después lo único que necesitaré serán las revisiones prescriptivas.

Obviamente, haber terminado esta parte del tratamiento requiere una celebración adecuada. Ya está pensada y reservada. Ah, it's a wonderful town!

martes, 3 de febrero de 2009

Divertimento

Después de un fin de semana bastante tenso (mi sobrinito pequeño ha sido operado; nada muy importante, pero angustia muchísimo ver a una cosita así con suero), para desdramatizar un poco voy a dejar que esbocéis una sonrisa viendo fotos mías con diversas pelucas.

No tiene nada que ver con la quimioterapia. Se trata de un ejercicio que hemos hecho en el Ciclo de Asesoría. Primero se trata de estudiar las características físicas de la futura clienta (tipo de óvalo, cejas, cuello...) y después se ha de tener en cuenta su personalidad. Con todo ello, se aconseja un corte de cabello, un color e incluso qué clase de recogidos se adaptarían mejor a ella. Cuando se ha teorizado a conciencia, si se tienen al alcance se empiezan a probar pelucas, que lo único que hacen es demostrar que las teorías muchas veces fallan.

En todo caso, me ha resultado interesante verme con esos cambios de imagen. Ahora tengo más claro lo que me convendría hacerme y lo que no cuando me vaya creciendo el pelo.





Hablando de cosas serias, hoy me ponen la última sesión de radioterapia en todo el pecho. Las otras cinco que me quedan ya son para la cicatriz. Pensaba que acabaría el martes próximo. No va a ser así porque este fin de semana la máquina necesita una parada técnica y el lunes y el martes siguientes no funcionará. Así que, si todo va como tiene que ir, el jueves 12 de febrero me toca fiesta grande.