jueves, 23 de abril de 2009

Despedida y cierre

Cuando abrí este blog lo hice fundamentalmente con dos objetivos: utilizarlo como una especie de terapia que me permitiera verbalizar de forma ordenada lo que me estaba pasando e informar de primera mano sobre mi enfermedad. Hoy, muchos meses, dos operaciones, seis ciclos de quimioterapia y treinta y tres sesiones de radioterapia después, puedo decir que mis aspiraciones iniciales se han cumplido con creces. Es más, se han superado de una forma que al principio no podía ni soñar.

Lo cierto es que, al escribir la primera entrada, pensaba que poca gente me iba a leer. Aunque pueda sonar un poco extraño, me daba un poco igual, porque lo que yo quería era utilizar el blog para poner en palabras lo que me estaba pasando. Para mi sorpresa, he recibido miles de visitas (unas setenta diarias) y se han dejado cientos de comentarios. Por si esto fuera poco, este medio me ha puesto en contacto con personas a las que no conocía anteriormente, pero con las que he sentido una comunión especial, la de los que formamos la hermandad de ser o haber sido enfermos de cáncer, y me ha dado la oportunidad de reencontrarme con otras de las que me había alejado.

Después de haberlo pensado mucho, y con un nudo en la garganta y una sensación de melancolía que me cuesta describir, hoy publico mi última entrada. Concebí este blog como testimonio de mi experiencia por la travesía del difícil camino del cáncer. Mi intención no ha sido nunca contar mi vida, a pesar de que la página se llame como yo, sino explicar qué ha pasado por mi mente y por mi cuerpo durante estos intensos meses. Una vez cerrado el ciclo, no me parece necesario ni conveniente contar qué hago. Por otra parte, me niego a dejar que muera de muerte natural, no publicando durante semanas hasta dejarlo por completo, algo que me ha ayudado tanto en los peores momentos de mi vida.

Por eso, ahora, cuando me sé curada, creo que no tiene mucho sentido continuar publicando. Por eso, precisamente hoy, cuando hace un año que me dijeron que padecía un cáncer de mama, decido cerrar esta página. Eso no quiere decir que no vaya a dejar esta ventana abierta. Me gustaría que pudiera servir a más gente que está pasando por lo mismo, y por eso el blog va a estar aquí, en ese limbo que es el ciberespacio, hasta que algún administrador desconocido decida hacerlo desaparecer. Durante unos días más iré entrando por si hay comentarios que contestar. Repito que me está costando mucho, pero siempre concebí esto como algo que se debía concluir, algo con un principio y un final. Hoy siento que he cerrado un ciclo y escribir lo que ahora estoy escribiendo me parece lo más coherente.

Por si en un futuro más o menos lejano alguien quiere ponerse o seguir en contacto conmigo, mi correo electrónico es mariaantoniavaldivielso@gmail.com. Estaré encantada de recibiros en otra habitación, mucho más íntima.

Evidentemente, no puedo irme sin antes hacer algo que he hecho muchísimas veces a través de este medio, y de lo que no me cansaré nunca: dar las gracias. No tengo palabras –yo, que hablo tanto- para agradecer a todos los que me habéis animado, sostenido, ayudado, alegrado, emocionado, confortado… Como no me perdonaría olvidarme de nadie, me gustaría dar las gracias de forma global, antes que nada, a mi familia, la de aquí, la de Bilbao y la de Madrid; a mis amigos, a los que ya conocía antes y a los que he ido haciendo en el blog; a mis compañeros de trabajo; y muy especialmente a mis alumnos y ex alumnos, que me han hecho sentirme orgullosa de todos y cada uno de ellos y que han dado sentido al trabajo que he ido haciendo durante años.

Me despido con unas palabras que no son mías, sino de una de mis canciones favoritas, y que resumen en muy pocas líneas muchas cosas que siento y que yo no podría decir mejor:

Y en el futuro espero, compañeros, hermanos,
ser un buen tipo y no traicionaros.
Que el vértigo pase y que en vuestras ventanas
luzca el sol cada mañana.
Pero basta de lamentos,
brindemos, es el momento,
que estamos todos y no falta casi nadie,
que hay que apurar la noche que acaba de empezar.

Gracias y que la vida os sonría.

viernes, 3 de abril de 2009

Ni rastro de cáncer

Ayer por la tarde fui a ver a la oncóloga y, tal y como me esperaba, tuvo buenas noticias. Todos los análisis, radiografías y pruebas varias que le llevé o le llegaron están bien, así que hasta principios de julio no me tiene que volver a ver. En definitiva, estoy curada. No hay rastro de bicho ni de tumor en mi cuerpo. Son excelentes noticias. Sin embargo, no estoy tan eufórica como se podría pensar. Es lógico: me he ido haciendo a la idea poco a poco, no sólo porque me encuentro un poquito mejor cada día, sino también porque he ido preguntando y abriendo los sobres que me iban entregando, así que no cabía el factor sorpresa.

Y ahí quería llegar yo. Me gustaría que alguien me dijera por qué razón en clínicas y hospitales te dan los sobres de las pruebas que te solicita el médico cerrados. ¿Piensan que los pacientes no tienen que saber lo que pone antes que el médico? ¿Realmente se creen que la gente no corre a abrirlos? A mí me da un poco de apuro hacerlo delante del mostrador en el que me los han entregado. Eso sí, en cuanto estoy sentada en el coche abro los sobres con mucho cuidado. Si se trata de analíticas busco los asteriscos que indican algún rango fuera de lo normal y después paso la vista por el resto de resultados. Si son otro tipo de pruebas, leo y releo el informe (me doy cuenta, además, de que cada vez entiendo más palabras de la jerga médica). Al final, vuelvo a cerrar el sobre y ya me quedo más tranquila.

Esta vez la cosa ha sido algo más difícil, porque como me he sometido a las pruebas en la Clínica P., donde mi oncóloga pasa consulta, le han hecho llegar a ella los resultados directamente, así que hasta ayer no vi la copia de los informes. Claro que yo ya me había preocupado de preguntar cómo estaban las cosas que me iban haciendo.

En resumen, la doctora me encontró de maravilla, me volvió a felicitar por el ánimo y la fortaleza con la que he afrontado estos últimos meses y me puso un tratamiento distinto para sustituir el Tamoxifeno, siguiendo el parecer de mi ginecológo, al que había ido a ver la semana anterior.

Que nadie piense que estoy libre de visitas médicas hasta dentro de tres meses: me queda ir a ver a El Hombre Que Nunca Sonríe, a la endocrina, al ginecólogo otra vez para comprobar cómo me funciona en nuevo tratamiento, al nefrólogo y tengo que hacerme una densiometría ósea en junio. Se ve que no quieren que me aburra.

Lo que no han entendido los responsables de tanta cita es que no tengo tiempo de aburrirme. Al contrario, entre el teatro y el ciclo formativo (del que cada día estoy más contenta, aunque al mismo tiempo más triste porque ya se está acabando y lo voy a echar de menos lo que no está escrito) tengo mis días más que ocupados, tanto que voy a pedir una baja para descansar de la baja.