martes, 29 de julio de 2008

Un poco de historia (I): "Houston, es probable que tengamos un problema"


Como muchos de vosotros sabéis, el año pasado cumplí los cuarenta y lo celebré con una fiesta que recuerdo como uno de los mejores días de mi vida (¡un beso enorme otra vez a todos los que lo compartisteis conmigo!). Lo que seguramente no sabéis es que, cuando soplé las velas de la tarta, recurrí como deseo al socorrido “¡Virgencita, que me quede como estoy!”, aun sin ser creyente. Porque eso es lo que quería: quedarme como estaba. Lamentablemente, y recurriendo otra vez a un refrán de carácter religioso –¡a ver si me voy a convertir a estas alturas!-, “El hombre propone y Dios dispone”. No me voy a meter en disquisiciones políticamente correctas sobre miembros y miembras (perdón por el pareado en asonante), pero en este caso el hombre era yo y el Dios que iba a disponer de mí en los próximos meses era un bulto en el pecho.

En enero de este mismo año me fui de viaje a Estados Unidos. Y allí, en el hotel de Las Vegas, al ducharme, descubrí un bulto que antes no me había notado. Había terminado con la menstruación. No es que me hiciera una autoexploración ad hoc, pero solía hacerme una especie de revisión un poco después de la regla, just in case of. Como tengo las mamas muy densas, estaba acostumbrada a notar como nudos, pero aquello era distinto. No me alarmé, aunque decidí pedir hora a mi ginecólogo, el Dr. M., adelantando un mes la revisión anual.

Me dieron cita para el 25 de febrero, casi un mes después: es lo que tiene ser un médico mediático y salir en los papeles; pagando –porque no admite ningún tipo de seguro privado-, el Dr. M. tarda casi un mes en dar hora cuando no es una urgencia, pero de lo de la medicina privada versus medicina pública prometo ocuparme otro día. Obviamente, le comenté lo que me había notado, me exploró, no me hizo ningún comentario y me mandó una mamografía y una ecografía mamaria.

El Dr. M. es de los que piensan que, a partir de los 35 años, una mujer que no ha tenido hijos tiene que hacerse una mamografía cada año; de hecho, yo me las he venido haciendo desde entonces. Además, en casos como el mío, piensa que hay que complementar aquel procedimiento diagnóstico con una ecografía, que termina de aclarar algunas cosas. Posteriormente, el radiólogo me dijo que no entendía por qué los ginecólogos no mandaban las dos pruebas, que él era partidario de hacerlas ambas porque el diagnóstico era mucho más fiable. Por tanto, chicas, pedidle a vuestro ginecólogo que os rellene dos talones y que os hagan las dos pruebas.

Y aquí me gustaría hacer una aclaración, también para lo que pueda contar otros días. No soy médico ni pretendo serlo. Nada más lejos de mi vocación. Con una sola excepción, que después explicaré, tampoco he consultado nada por Internet, así que puede ser que algunos de los términos clínicos que uso no sean los científicamente más correctos o exactos, pero yo voy a poner por escrito las cosas según yo las entendí cuando me las explicaron o tal y como están recogidas en las decenas de papeles e informes que empiezo a acumular y que llevo siempre conmigo como si fueran una continuación de mi persona. Pido perdón desde este momento por cualquier inexactitud que pueda cometer, pero soy profana en la materia, aunque esté haciendo un máster a marchas forzadas.

Lo habíamos dejado cuando mi ginecólogo me mandó al radiólogo. El Dr. R. es otro de esos médicos de Palma con consulta permanentemente abarrotada. Cuando llamé con mi siguiente menstruación para que me dieran hora (si no estás menopáusica, hay que ir a hacerse la mamografía la semana después de la regla), ya estaba todo lleno, así que tuve que esperar al mes siguiente. Supongo que si hubiera dicho que era una urgencia me habrían hecho un hueco antes, pero como el Dr. M. no me dijo nada al respecto, simplemente pensé que no corría tanta prisa, aunque el bulto seguí allí, y me lo podía notar cada día. Finalmente, el jueves 10 de abril fui a ver al radiólogo.

No hay comentarios: