viernes, 1 de agosto de 2008

Un poco de historia (III): "No puedes tener tan mala suerte"

Con el inquietante informe del radiólogo me fui a ver al doctor M., quien intentó tranquilizarme con la frase “No puedes tener tan mala suerte”, refiriéndose sin duda a los problemas de salud que había tenido hasta entonces y que ya me habían hecho pasar por el quirófano más de media docena de veces. En ese mismo momento me hizo una PAAF (una punción con aguja fina que forma parte, con la exploración clínica y la técnica de imagen, de la tríada diagnóstica para el cáncer de mama) y me dijo que el miércoles de la semana siguiente tendría los resultados. Cuando salí, oí cómo le decía a la enfermera que llamara a un mensajero para dar máxima prioridad a la muestra tomada. Supongo que no le gustó lo que vio.

El martes 22 de abril yo estaba en Madrid, de viaje de estudios con mis alumnos de 4º de ESO. Frente a la Casa-Museo de Lope de Vega, a primera hora de la mañana, recibí una llamada de la consulta del médico: debía pasar urgentemente por allí ese mismo día. No era posible: no volvíamos a Mallorca hasta el día siguiente por la noche, así que me dijeron que el miércoles me esperarían en la consulta, que debía pasar por allí sin falta, pero no me quisieron dar por teléfono el resultado de la prueba, que ellos ya sabían. Tampoco hacía falta ser Sherlock Holmes para darse cuenta de que, definitivamente, aquello no iba bien.

Pasé como pude aquellos dos días, intentando que los críos no notaran nada, pero el miedo es libre y no podía dejar de pensar en lo que me iban a decir. El miércoles me estaban esperando en el aeropuerto y, sin maleta ni nada (¡gracias Tana y Rubén por ocuparos de todo!Para quien no los conozca, son la chica y el chico tan estupendos que están conmigo en la foto, tomada justamente el día del libro en El Retiro), fui a ver al ginecólogo. En cuanto entré por la puerta me dijo: “lo siento, pero sí has podido tener tan mala suerte. Es cáncer”. He de reconocer que casi me enfadé con él y que muchas cosas de las que me dijo después me las tomé a mal: no entendía que la solución fuera que me tomara orfidales para dormir ni que asistiera a sesiones de terapia, como mínimo todavía no. En aquel momento yo quería saber y él me ofrecía un grupo de apoyo y lo que a mí me parecieron perogrulladas: “Hay dos formas de aceptar el cáncer: con optimismo o con pesimismo” “¿Con optimismo? –le dije- ¿El cáncer se puede afrontar con optimismo?” Creo que me quería decir que tenía que afrontar con entereza lo que venía, pero esa especie de compasión en aquel momento no me sentó bien. Lloré mucho allí mismo, y era la segunda vez lloraba por mi pecho después del viernes anterior, cuando tuve la brillante idea de ir a ver la última película de Isabel Coixet, “Elegy”. Los que la hayan visto sabrán por qué derramé tantas lágrimas, que diría un cursi.

Salí del ginecólogo deshecha, cabreada con él, con cuatro talones para diferentes pruebas médicas que iba a necesitar más adelante (análisis de sangre, ecografía abdominal, Rayos X de tórax y gammagrafía ósea) y con el nombre de un especialista en senología, el doctor T., según mi ginecólogo el mejor en Mallorca. La enfermera del doctor M. se encargó de concertarme una cita con él para el lunes 5 de mayo, con tiempo suficiente para que le llevara todas las pruebas que me iba a hacer la semana siguiente.

Dije antes que no he querido consultar nada por Internet y que sólo había mirado una cosa: qué es una gammagrafía ósea y para qué sirve. Me enteré de que era una prueba que se hacía para detectar metástasis en los huesos y que requería de un líquido de contraste y algo de paciencia para no moverse mientras le fotografían a una el esqueleto. La prueba dio bien, tuve los resultados el mismo día en que me la hice, el miércoles 30, y lo cierto es que respiré aliviada: después de “cáncer”, la peor palabra que alguien puede leer o escuchar en estas circunstancias es “metástasis”.

2 comentarios:

tana dijo...

Hola preciosa: es la primera vez que escribo en un blog y como todas las primeras veces estoy un poco nerviosa, pero gracias a la fuerza que demuestras me animas a participar y hacerte partícipe de manera pública de mis más íntimos deseos. La medicina no es una ciencia exacta ¡qué más quisieran los médicos y médicas!, tan solo aproximada, basada en la estadística, en la curva normal, donde la mayoria engrosa un patrón de funcionamiento, pero están ambos lados, las colas que escapan al modo esperado, así ojalá a pesar del tratamiento tan agresivo que has de seguir puedas continuar con tus actividades y no tener que padecer sobremanera de sus efectos secundarios
Te quiero
Tana

María Antonia Valdivielso dijo...

Tanita, guapa, yo sí que te quiero a ti. Te quiero tanto, ¡que ya sales en el 100% de las fotos que he colgado en las entradas de este blog! A eso se le llama chupar cámara, sí señora. Tienes doble mérito: escribir por primera vez en un blog... ¡y hacerlo el día de la Patrona! ¿No hay resaca por la marcha fresca de ayer? ¿No estás guardando fuerzas para lo de esta noche y mañana? Fíjate en mi perseverancia: hay que ver la excusa que me he montado este año para no estar en Pollença por los Moros.
Mañana contaré un poco más los efectos de todo lo que me han inyectado, inoculado, introducido por vía, ordenado ingerir... Si hoy me hacen un análisis de sangre sale una ecuación química de tercero de carrera.
Es verdad lo de la medicina y la estadística, pero con mis ganglios doblemente positivos cualquier reticencia previa, como tú sabes muy bien, se me olvidó.
Disfruta mucho, que tú sabes muy bien lo afortunada que eres, especialmente ahora. Un beso grande y (y no sé si escribir lo que viene a continuación) Visca Pollença!