domingo, 3 de agosto de 2008

Los días más duros


Esto de la quimioterapia sí que es heavy metal, incluso para una de Bilbao como yo. Si hasta se me han quitado las ganas de comer y todo, que en mi caso ya es grave.

El jueves salí, ya os lo expliqué, como una rosa de la primera sesión. El viernes por la mañana tampoco me encontraba demasiado mal: volví dos veces a la clínica por el asunto de unas inyecciones para regenerar los glóbulos blancos que me tengo que poner durante cinco días seguidos (no me digáis que no es absurdo, que te lo maten todo y que luego te den medicamentos para que se te multiplique) y, excepto unas leves ganas de vomitar (cortadas de raíz con más pastillas) y una especie de leve mareo, no me sentía mal. Estaba hasta valiente y todo y pensaba que, si ese era el segundo día –en teoría, el más duro-, la cosa se podía sobrellevar con mucha facilidad. La enfermera de la clínica me dijo que al día siguiente no me encontraría tan bien (no dijo “peor”), y tenía razón.

El viernes por la tarde empecé a sentirme peor y ayer, sábado, alcancé un nivel de cansancio infinito que no puede ser descrito. Hasta para darme la vuelta en la cama me lo tenía que pensar. Ducharme fue como correr la maratón y la hazaña de pasar de la cama al sofá se me asemejó a la última final de Wimbledon. Y eso que creo que puedo sentirme afortunada, porque de todos los efectos secundarios que se pueden tener, lo único que noto son las ganas de vomitar (que no llegan ni a la categoría de náuseas), la boca como pastosa, un ligero mareo y, sobre todo, esa sensación de que no poder ni con mi alma.

Esta mañana ha sido incluso más dura, pero después de comer he dormido un ratito de siesta y me he levantado algo mejor. No es para tirar cohetes, pero creo que a partir de ahora remontaré. Desanima algo pensar que tendré que volver a pasar otras cinco veces por esto, pero la buena noticia es que, justamente, sólo me quedarán otras cinco.

Lo de la comida es curiosísimo. No tengo hambre, pero me obligo a comer poca cantidad de tanto en tanto, y en un momento me apetecen las cosas más extrañas (nocilla, pan con queso, leche preparada…), que media hora después no puedo ni oler. Lo que ingiero ha dejado de tener el sabor que tenía y, sin embargo, el agua tiene un gusto metálico de lo más extraño.

Siento mi cuerpo como una especie de campo de batalla: unas fuerzas pugnan por conseguir una cosa y otras por todo lo contrario. Mientras, yo estoy en medio agotada, pero confortada por todos los mensajes de ánimo y por todas las fuerzas que me hacéis llegar.

Os aseguro que mañana estaré mejor. Me hago ese firme propósito.

9 comentarios:

Pepe dijo...

Hoy he colgado tu artículo sobre la comedia en urxella.

"Que la fuerza te acompañe"

ignasi dijo...

Ahora ya sabes cómo se siente un fumador el día que ha abusado (¿pero es que se puede usar el tabaco sin abusar de él?) especialmente de su vicio. Si el fumador es, además, un vago -servidor-, me solidarizo en eso del ímprobo esfuerzo para pasar de la cama al sofá.
Bromas aparte, todo mi ánimo para aguantar. Y eso también es luchar.
Respondiendo tu contestación y contestando tu respuesta, una vez más mostraré un ligero desacuerdo, mi querida no-muñequita, en eso de que rendirse dé más o menos igual. Rendirse es, entre otras cosas, sucumbir al miedo, y eso, ya que tu cuerpo semeja un campo de batalla, le quita operatividad a cualquier ejército. No estaba pensando sólo en una persona cuando escribí lo que escribí, sino más bien en dos. Una de ellas tenía demasiado miedo para ganar. Y perdió.
Por suerte no es tu caso, y lo que el médico te ha dicho sólo confirma lo que ya sabíamos.
En cuanto al portero, no pensaba en el de la Real, jeje...
Besazo con o sin lengua, en función de tus gustos cambiantes cada media hora...

fray lokus dijo...

No creo que te sirva de consuelo, pero hoy en Pollença hay mucha gente que está como tú.

Imaginate que el sabor metálico del agua es por el "mesclat" que te bebiste ayer, y el cansancio por la batalla.

Ya sé que no sirve, pero.

Adiós campeona.

fray lokus

María Antonia Valdivielso dijo...

Fray Lokus,

Dicho así es un consuelo pensar que hay gente que ayer tenía que estar mucho peor que yo... ¡y encima por voluntad propia! Ya lo dije antes: porque no tenía dolor de cabeza, que si no lo mío podía pasar por una resaca de campeonato. Hoy la cosa está mejorando, creo que para todos.

María Antonia Valdivielso dijo...

Pepe,

Ya vi mi artículo en el urxella y los comentarios. Da gusto pensar que no hay ni que molestarse en escribir algo, que hace más de doscientos años se viene diciendo lo mismo... ¡y que no hemos mejorado nada de nada!

La fuerza me acompaña, y yo soy de las de El Imperio Contraataca.

María Antonia Valdivielso dijo...

Ignasi,

¿Por qué me provocas de esta manera? Que si beso con o sin lengua, que si el portero de la Real... ¡Un poco de compasión, por favor, que ando algo perjudicá!

María Antonia Valdivielso dijo...

Ah, Fray Lokus! Sí que sirve, créeme, sí que sirve. Gracias.

Mari dijo...

Hola Toñi, solo mandarte un beso muy fuerte, es la primera vez que escribo en un blog. Ánimo.

María Antonia Valdivielso dijo...

Mari, con este blog estoy consiguiendo algo que no me había propuesto, que mucha gente que nunca lo había hecho entre en un blog. ¡Hasta mi madre se ha animado!
Muchas gracias por los ánimos, hoy ya me encuentro mucho mejor. Un beso.